martes, 1 de marzo de 2011

El cocktail de la casa...

En casi todos los bares donde se sirven cócteles hay uno especial de la casa, normalmente creado por el barman, (el jefe de bares si es un hotel) con mayor o menor fortuna, pero que casi siempre suele ser el que, al menos estéticamente resulta más bonito, en ocasiones es espectacular. De hecho a veces se pasan de espectacularidad. En el hotel en el que trabajaba el cóctel de la casa era realmente toda una feria en sí mismo. Se trataba de una copa de Borgoña bordeada de azúcar con granadina en la que tras poner el bendito brebaje, cuya composición no revelaré por tratarse poco menos que de un secreto de estado, se adornaba con, a saber: Rodaja de naranja, rodaja de limón, dos pajitas que atravesaban un par de guindas confitadas, un lorito de papel con una larga pluma a modo de cola, una sombrillita estilo japonés y atención: una bengala encendida!
Lo de la bengala tenía que acabar mal, y efectivamente me tuvo que pasar a mí. Era una tórrida noche recién entrado julio (el mes) y nada hacía presagiar la tragedia que se avecinaba...
En mi bandeja ya estaban todas las bebidas que había escrito en la comanda, y me tocaba salir por enésima vez a la terraza cargado como una mula. La idea era encender las bengalas justo antes de salir, para que al pasearte por toda la terraza con ellas llamasen la atención todo lo posible, la cosa era vender muchos. Pero esa noche la mala fortuna hizo que una de las bengalas, de una calidad digamos infra-standard, soltara una especie de llamarada como cuando enciendes quince o veinte cerillas juntas, y no pudo pasar en cualquier otro momento sino justo cuando yo estaba inclinado sirviendo el precioso cóctel en una mesa justo al lado del escenario de animación, y precisamente el del foco estaba iluminando tan festiva escena. Lo que vieron los 200 guiris y algún español que allí se encontraban no tenía nada que envidiar al espectáculo cómico que se desarrollaba a un metro y medio; seis o siete cubatas variados, un café con leche, una jarra de sangría con sus copas, y por supuesto los "especiales", todo ello menos la sangría, que pude sujetar por el asa, cayendo encima de los aterrados clientes, una de ellas vestida con un modelito digno de Ágata Ruiz de la prada que como pudimos comprobar no era ignífugo en absoluto, pues la bengala le cayó justamente a ella y en cuestión de segundos se prendió como una tea. Una tea enorme. Y yo allí, viendo como la señora ardía y con la sangría de litro y medio en la mano... ¿Que iba a hacer? Allí mismo me convertí en un héroe, un salvador que con gran puntería arrojó el alcohólico líquido a aquella pobre diabla que lanzaba alaridos y se pegaba palmadas compulsivamente. Tuve suerte de que la sangría estaba compuesta mayormente de vino barato, pocos licores, mucho refresquito y hielo, mucho hielo. Ésta composición evitó que el líquido ardiera al contacto con la llameante señora, y además la refrescó instantaneamente, mejor que el Furacín, vaya. Eso si, el vestido quedó hecho harapos, la señora traumatizada y los demás clientes vieron un espectáculo que no olvidarán, y todo gracias a nuestro espectacular "Cocktail especial de la casa"